Los manuales de cine nos han enseñado que detrás de cada película existe un autor: alguien que ejerce la propiedad sobre ésta, se responsabiliza y la firma. Pero ¿qué pasa con aquellas películas que han sido creadas con fines diferentes?
El universo del cine es un sinfín de imágenes en movimiento, creadas bajo distintos objetivos. Al interior de este espectro existe una enorme cantidad de obras realizadas con fines “no tradicionales”, que tras su utilización inicial son abandonadas, quedando en riesgo de desaparecer.
En rigor, las películas “huérfanas” son aquellas “desamparadas” por sus autores, muchas veces creadas con fines diferentes al narrativo. Películas educativas, experimentales, institucionales, gubernamentales, médicas, científicas, promocionales y antiguas transmisiones de noticieros, entre muchas otras, que cumplieron un fin específico y luego fueron olvidadas.
¿Qué pasa con aquellas obras protegidas por el derecho de autor cuando esos mismos autores no se interesan por ellas? ¿Qué pasa cuando han sido producidas por entidades que ya no existen? ¿Qué ocurre cuando es muy difícil o muy caro llegar hasta el titular de los derechos, que no es necesariamente su autor? Lamentablemente, caen en el limbo del derecho de autor, un horroroso lugar de incertezas legales, donde la línea de lo que se puede o no hacer es difusa.
Esto no quiere decir que sean menos importantes ni menos dignas de ser conservadas ni exhibidas. En este caso, el concepto de propiedad es mezquino con obras posiblemente menores a nivel artístico, pero altamente valiosas a nivel cultural.
Últimamente han surgido iniciativas que se dedican sistemáticamente a su tutoría y una tendencia global por recuperar y exhibir estas obras apelando al dominio público, sin el cual se gatillaría su olvido y, por ende, su total desaparición. Un ejemplo de ello lo proporciona la New York University, que anualmente organiza un simposio destinado a poner en valor rarezas concebidas con fines educativos, promocionales o científicos. Por otra parte, artistas visuales o cineastas experimentales trabajan la materialidad del archivo recurriendo a estos registros y dándoles una nueva vida por medio de la resignificación en obras de carácter vanguardista.
En nuestro país solo existen dos casos de instituciones dedicadas a conservar de manera orgánica y sistemática este tipo de producciones. La Universidad de Chile cuenta con un numeroso archivo de estas películas y ha generado el primer portal de cine patrimonial chileno www.cinetecavirtual.uchile.cl, donde se almacenan registros que hoy revisten alto valor histórico, incluyendo films “huérfanos”. Un ejemplo de esto es el documental “Qué es chilenidad” (1939), el cual expone las políticas reformistas del gobierno radical encabezado por Pedro Aguirre Cerda, describiendo con cuidadas imágenes la idea de nacionalismo impregnada en el discurso radical de aquellos años. Por su parte, la película “Natación” (1945 aprox.) es un ingenuo registro de una jornada primaveral en un balneario de la zona central, registro que adquiere una riqueza mayor cuando se descubre que la piscina se trata ni más ni menos que de “Tejas Verdes”, lugar que después de 1973 se transformó en uno de los centros de tortura más feroces de la dictadura militar.
Otra universidad estatal que ha liberado una colección importante de películas “huérfanas” es la USACH, por medio de su sitio www.archivodga.usach.cl, donde se pueden encontrar verdaderas rarezas del cine chileno. Bajo el naïf título de “Visita presidencial” (1975) nos encontramos con imágenes del dictador Augusto Pinochet recorriendo los pasillos de la Universidad Técnica del Estado militarmente intervenida, refundado así el modelo educacional de todo el país. Igualmente curioso es el documental pedagógico “Marihuana” (1975) destinado a demostrar los estragos de las drogas en la juventud, adornado por un florido texto, imágenes del movimiento hippie chileno y una banda sonora estremecedora.
Los casos anteriores nos permiten ejemplificar la relevancia del dominio público como un derecho que atañe a todas las obras, incluso aquellas que no han sido creadas con pretensión de “obra” y con un “autor” convencional detrás de ella, contribuyendo fundamentalmente al rescate de este tipo de trabajos, apelando al derecho al conocimiento y las garantías que permiten la conservación real de una obra cinematográfica, sea de la índole que sea.
Una obra puede tener una nueva vida, incluso si se trata de registros creados con fines tan específicos como la docencia, las ciencias o la propaganda política. De ahí la necesidad de recuperar y generar conciencia sobre el patrimonio fílmico en todas sus aristas.